Todo. Absolutamente todo lo que somos es producto de lo que, un día, dejamos de ser. A veces empiezo a pensar sobre cómo sería mi vida si, en un momento concreto de mi existencia, hubiera tomado un camino distinto al que tomé, dónde estaría ahora mismo si, al tomar una decisión importante, o no tanto, hubiera tomado la contraria, o siendo menos extremista, otra distinta. Podría hacer un repaso de grandes momentos en mi corta trayectoria vital donde me vi envuelto en decisiones difíciles, decisiones en las que la elección de una, conllevaba el abandono de otra, cerrando para siempre una puerta.
Normalmente la gente piensa en relaciones sentimentales cuando hablo de este tema, y también, pero no es exactamente a lo que quiero referirme, sino más bien al cúmulo infinito de situaciones en las que, diariamente nos vemos involucrados, pasando por delante de ellas sin darle la más mínima importancia, y, una vez en el futuro, volvemos la vista atrás y pensamos: - ¿Qué hubiera sido de mi en si en aquel instante hubiera tomado otra decisión?
Evidentemente, nunca lo sabremos, pero sí podemos especular, porque el hombre, ha sido creado para tal fin, para imaginar, para preguntarse siempre '¿y si...?'.
jueves, 7 de junio de 2012
viernes, 13 de enero de 2012
jueves, 15 de diciembre de 2011
Cuentan los hombres dignos de fe (pero Alá sabe más) que en los primeros días hubo un rey en las islas de Babilonia que congregó a sus arquitectos y magos y les mandó construir un laberinto tan perplejo y sutil que los varones más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. Esa obra era un escándalo, porque la confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios y no de los hombres. Con el andar del tiempo vino a su corte un rey de los árabes, y el rey de Babilonia (para hacer burla de la simplicidad de su huésped) lo hizo penetrar en el laberinto, donde vagó afrentado y confundido hasta la declinación de la tarde. Entonces imploró socorro divino y dio con la puerta. Sus labios no profirieron queja ninguna, pero le dijo al rey de Babilonia que él en Arabia tenía otro laberinto y que, si Dios era servido, se lo daría a conocer algún día. Luego regresó a Arabia, juntó sus capitanes y sus alcaides y estragó los reinos de Babilonia con tan venturosa fortuna que derribó sus castillos, rompió sus gentes e hizo cautivo al mismo rey. Lo amarró encima de un camello veloz y lo llevó al desierto. Cabalgaron tres días y le dijo: "¡Oh, rey del tiempo y substancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muerte el mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que te veden el paso".
Luego le desató las ligaduras y lo abandonó en mitad del desierto, donde murió de hambre y de sed. La gloria sea con Aquel que no muere.
Jorge Luis Borges El Aleph
lunes, 12 de diciembre de 2011
Imagina por un momento que todo lo que vives es una farsa. Tienes tres segundos para imbuirte en ese pensamiento. Todo lo que conoces, lo que hueles, lo que ves e incluso lo que sueñas. Todo, desde el perro que, cada mañana, está en la esquina de tu calle esperando silencioso a que pase algún coche para perseguirlo, hasta el más pequeño de los pensamientos que recorre en forma de eléctricos golpes tu cerebro. Todo eso, es una farsa.
Si eso fuera así, ¿qué harías? ¿dejarías de hacer lo que haces, sentir lo que sientes o soñar lo que sueñas?
Si eso fuera así, ¿qué sentido tendría preguntarse todo esto?
Todo es una farsa. Tú y yo, también, por supuesto.
jueves, 29 de septiembre de 2011
La primera vez que consumí heroína fue en París. Recuerdo todavía aquella noche con claridad. Estaba sólo, miré por la ventana y el vaho producido por mi respiración agónica hizo que me diera cuenta del frío que hacía fuera. No había un alma en la calle y la farola, que se encontraba justo en la acera de enfrente, parpadeante, pero a la vez cándida y anaranjada, era el único abrigo del que disponía aquella noche. Saqué del bolsillo de mis pantalones ajustados una bolsita de plástico transparente que contenía aquel polvo mágico. Blanco como la nieve pero con un granulado perfecto. Desenrollé con cuidado el plástico que había hecho la función de caja de pandora y en ese momento me sentí como un simple y vulgar mortal desatando todos los males del mundo.
A duras penas y de una forma un tanto desordenada, al igual que todos los aspectos de mi vida en aquel momento, conseguí hacer una raya semiperfecta. Era y sigo siendo, demasiado cobarde para inyectarme algo en vena. Le temo a las agujas como al amanecer en los días pares. El que pueda no salir el sol ese día y que encima esté solo, como un número impar a la espera de alguien que no llegará nunca, me aterroriza. Esnifé de una vez la interminable línea blanca que había dispuesto a lo largo de mi escritorio y, acto seguido, mis pupilas, como girasoles cegados por el sol del mediodía se abrieron de golpe. Contuve la respiración, por miedo a haber hecho algo mal, pretendiendo que sin respirar, todo fuera a salir bien. Silencio es lo único que recuerdo de ese instante y de pronto el estruendo que provocó mi cabeza al chocar contra el duro suelo de madera.
Mis ojos, aun abiertos, contemplaban las partículas de polvo, desde una perspectiva paralela al suelo. Permanecí inmóvil durante varios minutos y por mi mente pasaron cantidades de imágenes irreconocibles algunas, y otras, tan familiares como la figura de Émile Zola que me repetía incesante una y otra vez C'est un samedi, à six heures du matin que je suis mort... así mismo me sentía yo, igual que Olivier Bécaille sin poder mover un músculo pero sabiendo que a pesar de estar muerto externamente, paradógicamente estaba más vivo que nunca.
Y entre la convulsión de imágenes y la repetición de frases en francés vi a Rubén Darío. El causante de todos mis males y el culpable de que estuviera ahí, tendido sin poder siquiera decir palabra. Él, a mi edad ya había escrito Azul... para mi, el mayor logro de la literatura y yo... ¿yo, qué? mi creatividad permanecía intacta encerrada en alguna parte de mi cerebro esperando ser machacada. Entonces me levanté como pude, agarré un trozo de papel usado y con manchas de café y escribí con una caligrafía perfecta:
Azul... apesta.
Aquella noche cambié las cadenas opresoras de Darío por los dulces grilletes de la droga sintética.
Aquella noche cambié las cadenas opresoras de Darío por los dulces grilletes de la droga sintética.
sábado, 10 de septiembre de 2011
viernes, 26 de agosto de 2011
Anoche llegué a casa con un dolor de cabeza considerable. Desde pequeño sufro migraña y de vez en cuando me duele mucho la cabeza, sin ninguna explicación aparente, simplemente porque sí. Tengo la suerte de saber cómo aliviar el dolor y por ello puedo sobrellevarlo medianamente. Apago todas las luces, me tumbo en la cama y cierro los ojos bien fuerte hasta que me duermo. Después de una media hora ya estoy bien y puedo continuar con mi vida normal. Al llegar a casa hice lo que acabo de describir y conseguí dormirme, pero a las 2:00h me levanté sobresaltado y con un dolor más fuerte. Cerré los ojos e intenté dormirme de nuevo, pero no pude porque en mi mente escuchaba la voz de uno de mis compañeros de trabajo. No sé qué decía, simplemente sabía que era él. Contaba alguna cosa, pero no sabría decir qué era. Me levanté, me di una ducha y por fin pude dormirme de nuevo.
Esta mañana, nada más llegar al trabajo, he dicho a modo de broma que mi compañero no me había dejado dormir (él todavía no había llegado al trabajo). Cuando ha llegado lo primero que me ha dicho ha sido:
- Oye, ¿tú qué hacías ayer a las 2:00h en Portopetro? (Ahora vivo en Portocristo a unos 20km de Portopetro, donde trabajo).
- ¿Cómo? -ha sido mi respuesta.
- Creo que anoche te vi pasar a las 2:00h por aquí.
En ese momento le cuento lo que me sucedió anoche a las 2:00h. Nos hemos quedado los dos alucinando.
Posibles soluciones a esta historia:
1) Mi compañero de trabajo, llamémosle 'D', estaba tomándose una copa y creyó haberme visto. Al mismo tiempo, una fuerza mágica superior a nuestro entendimiento envió algún tipo de energía a mi cerebro que hizo que yo escuchara su voz mientras estaba tumbado en mi cama con dolor de cabeza.
2) Desde pequeño he sido sonámbulo. Me levantaba por las mañana durmiendo en la cocina y cosas más extrañas, pero nunca salí de casa. Posiblemente anoche me levanté, cogí el coche y recorrí 20km a las 2:00h sonámbulo y por lo tanto, 'D' me habría visto en coche y yo recuerdo escuchar su voz.
3) Pura coincidencia extrasensorial.
Decidid vosotros.
domingo, 21 de agosto de 2011
Estamos a finales de Agosto. Se termina el verano y tengo la sensación de que todavía no ha llegado para mi. Llevo pensando en esto durante meses. El paso del tiempo es continuo e inalterable, pero en muchas ocasiones no somos conscientes de lo rápido que pasa y de lo que sucede en ese transcurso de tiempo. Día tras día vamos cambiando, en todos los aspectos de nuestras vidas, físicamente, pero también psicológicamente.
Hace dos semanas me compré una cámara de fotos y me propuse un proyecto a largo plazo con ella. Lo he llamado Proyecto Metamorfosis. En resumidas cuentas, tiene como objetivo retratar el paso del tiempo en los objetos, de una forma gradual para concretar el momento exacto del cambio. El tiempo está jugando con todos nosotros, es hora de empezar a saber exactamente cuándo decide que se de un cambio. Al llegar a Francia empezaré a retratar objetos diariamente, en las mismas condiciones y en la misma posición y cuando vuelva analizaré los resultados para saber qué día exacto se dio cada cambio en dicho objeto. La parte más interesante de este proyecto es que entre esos objetos me encuentro yo. Si todo sale como debe salir podré constatar y tener un seguimiento de como ha ido evolucionando mi cara en esos meses. Hace unas semanas decidí no cortarme más el pelo con el objetivo de hacerme rastas en cuanto pueda. Este proyecto será la prueba de ello, tanto si tengo éxito como si fracaso de nuevo.
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